El Banco Central de China ha informado que en 2022 las familias chinas incrementaron sus ahorros en 26,3 billones de yuanes, equivalente a unos 3,4 billones de euros según la tasa de cambio de junio de 2023.
Este récord histórico, que representa dos veces y media el PIB español y el 20% del PIB chino, se puede atribuir a los efectos de la pandemia y a la política de “covid cero” implementada por el Gobierno de Pekín hasta diciembre de 2022.
Aunque la economía china ha experimentado una aparente vuelta a la normalidad, ha dejado atrás las tasas de crecimiento promedio de casi el 10% anual que mantuvo de 1980 a 2010. Ahora, con tasas de crecimiento en torno al 5%, una tendencia hacia la desglobalización y un entorno geopolítico más complejo e incierto, China busca estimular el consumo de sus ciudadanos, quienes cuentan con grandes reservas de liquidez. Esto sería fundamental para impulsar la economía del gigante asiático y tendría repercusiones positivas a nivel mundial.
No obstante, existe un desafío importante: ¿cómo incentivar el gasto de los hogares chinos cuando su tasa de ahorro ha sido consistentemente superior a la de la mayoría de las grandes economías? Desde 2010, las familias chinas han destinado entre 5 y 7 veces más de su renta disponible neta al ahorro que el promedio de las familias en la Unión Europea.
Esta anomalía desafía las teorías económicas convencionales. Si bien las altas tasas de ahorro son comunes en procesos acelerados de desarrollo, el nivel de ahorro en China es superior al de otros países emergentes de Asia. Además, a pesar de décadas de crecimiento exponencial en la renta disponible de las familias chinas, el nivel de ahorro es mucho más alto de lo que correspondería a su nivel de desarrollo y estructura demográfica. Esta situación es especialmente relevante dado que la clase media en China superó el 50% de la población en 2018.
La influencia de los factores culturales en el comportamiento de ahorro y gasto de las familias también desempeña un papel importante. Los estudios comparativos transculturales han revelado ciertos sesgos conductuales dentro de la esfera cultural confuciana o sínica, que tienen un impacto significativo en China.
Los países con influencia cultural sínica, comparable a la influencia latina en Europa, muestran una orientación excepcional hacia el largo plazo. Estas sociedades tienden a ser propensas al ahorro y a la perseverancia. En China, esta orientación cultural se refleja en una puntuación de 87 en una escala de 0 a 100.
En contraste, los países de Europa continental tienen una orientación media hacia el largo plazo (España, 48), mientras que en los países anglosajones predomina una orientación hacia el corto plazo (EE. UU., 26).
Además, existen disparidades significativas en términos de contención e indulgencia. Los países de Asia Oriental, como China, Japón, las dos Coreas, Taiwán, Singapur y Hong Kong, muestran una mayor tendencia a controlar los impulsos naturales, lo que en Occidente asociamos con el disfrute de la vida.
En cuanto al colectivismo e individualismo, la cultura confuciana se asocia claramente con altos niveles de colectivismo, en contraste con el individualismo moderado en Europa continental y el individualismo extraordinariamente elevado en los países anglosajones.
Estos factores, que incluyen la orientación a largo plazo, la frugalidad y el sentido de solidaridad hacia allegados y amigos cercanos en la cultura sínica, configuran un sesgo cultural muy arraigado hacia el esfuerzo, la diligencia y el ahorro en los hogares chinos.
El modelo económico de China, basado en las exportaciones y en una inversión masiva que la convirtió en la fábrica del mundo y en un referente de desarrollo, ha sido un éxito económico y social sin precedentes.
Sin embargo, como señalan los expertos en desarrollo económico, China se enfrenta al desafío de estar atrapada en la trampa de los países de ingresos medios desde hace un par de décadas. Aunque ha logrado alcanzar un cierto nivel de ingresos gracias a las ventajas adquiridas en etapas previas, se ha estancado en un nivel de renta media