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Cuando Hunter Woodhall cruzó la meta y ganó su medalla de oro en los 400 m T62 de los Juegos Paralímpicos, su grito de victoria resonó por el Stade de France. Corrió directo hacia las gradas, donde su esposa, Tara Davis-Woodhall, le esperaba entre lágrimas de felicidad.
Ese abrazo y celebración en las gradas revivió un momento memorable de hace un mes: Tara también había logrado el oro en salto de longitud en los Juegos Olímpicos, y Hunter estaba en las gradas emocionado por ella.
“Recuerdo el rugido de la multitud y ver a mi familia, a Tara, a mi equipo, y la alegría que tenían. Sentí que tenía que compartir ese momento con ellos,” comentó Hunter a Don Riddell de CNN, sobre su primera medalla de oro paralímpica.
La confianza que Hunter ganó al ver a Tara triunfar en los Olímpicos fue clave para su propio éxito en París. “Ver a Tara dominar su deporte me dio una enorme dosis de confianza. Sabía que, si ella podía lograrlo, yo también podía hacerlo,” aseguró.
La pareja, consciente de que aún tenían desafíos por delante, intentó no sobrecargar su celebración por el oro olímpico de Tara. “Sabíamos que aún teníamos mucho por hacer, así que nos enfocamos en el objetivo,” agregó Hunter.
Finalmente, cuando Hunter también se colgó el oro paralímpico, la alegría de la pareja estalló en la pista. “Nos levantamos y dimos vueltas juntos riendo, disfrutando cada momento,” contó Hunter, quien describe su relación como una en la que ambos se impulsan mutuamente.
Estas celebraciones están cargadas de emoción, especialmente considerando el camino único de cada atleta. Hunter, que nació con problemas en sus piernas y fue amputado a una edad temprana, ha superado grandes desafíos. “Siempre supe que sería diferente, pero eso solo me hizo más fuerte. Aprendí a valorar cada oportunidad y cada momento especial,” reflexionó.
Imaginando hablar con su yo más joven, Hunter se emocionó: “Le diría lo especial que es ser diferente y le animaría a creer en sí mismo,” dijo con la voz quebrada.
