Erle Rahaman-Noronha decidió, en 1997, cambiar su rumbo y dedicarse a la agricultura. Se instaló en Freeport, en Trinidad, en una tierra que, como muchas otras, era monocultivo, un vestigio de las antiguas plantaciones coloniales. “Cada seis metros había un árbol de limón, y esos árboles no son de aquí”, recuerda Rahaman.

Hoy en día, esas 12 hectáreas se parecen más a un pequeño bosque, con estructuras construidas usando materiales reciclados. Pero no es solo la naturaleza lo que destaca aquí; también lo hacen las construcciones sostenibles. En su finca, el concreto sigue presente en algunas partes, pero el resto de las edificaciones están hechas con arcilla local, madera de los árboles cercanos, botellas recicladas y hasta llantas de bicicleta enterradas para darle fuerza a las estructuras. ¡Un verdadero ejemplo de reciclaje y creatividad!
Este enfoque es parte del proyecto Wa Samaki Ecosystems, una organización sin fines de lucro fundada por Rahaman-Noronha, cuyo objetivo es promover la agricultura regenerativa en el Caribe y enseñar a los residentes cómo vivir en armonía con la naturaleza. “La idea es tener un lugar donde podamos educar sobre el medio ambiente y vivir en equilibrio con lo que nos rodea”, explica.

En el corazón de Wa Samaki también se encuentra Celine Ramjit, una arquitecta y escultora cuya creatividad da vida a estructuras que fusionan lo moderno con lo tradicional. Inspirada en los métodos ancestrales de construcción, utiliza materiales naturales que permiten a las edificaciones adaptarse mejor al clima tropical de la isla, algo que las construcciones de concreto no hacen. Las formas de animales míticos y criaturas cósmicas adornan el paisaje, ¡es como estar en otro mundo!
Ramjit señala que, en Trinidad, las construcciones modernas a menudo se basan en el presupuesto y la disponibilidad de materiales, sin pensar en el entorno. “Nos desconectamos del medio ambiente”, comenta. En lugar de integrarse al terreno, las construcciones se imponen sobre él, y esto puede tener efectos negativos como la deforestación y el aumento de deslizamientos de tierra.
¿Y qué pasa con la “cultura del concreto”? Aunque muchas edificaciones en Trinidad siguen el modelo moderno de edificios cuadrados, Ramjit y su equipo prefieren mirar al pasado. Las casas antiguas, construidas con materiales locales como madera y paja, no solo eran más adaptables al clima, sino que también eran más eficientes en términos de temperatura y ventilación. “Las casas de antes eran como refugios, abiertas al aire”, explica Tracy Assing, miembro de la Comunidad de Pueblos Originarios de Arima.
Pero no todo es mirar al pasado, también hay un toque de innovación en Wa Samaki. Rahaman-Noronha utiliza materiales que de otro modo terminarían en vertederos. Botellas de vidrio, llantas usadas y carteles publicitarios reciclados son algunos de los elementos que dan vida a las estructuras. Estos materiales, lejos de contaminar, ayudan a estabilizar el terreno y, en muchos casos, se reutilizan para darles un nuevo propósito.

El equipo también ha plantado vetiver, una planta que no solo ayuda a estabilizar el suelo, sino que también se usa en la construcción de las paredes de arcilla, formando una red que mantiene unida la estructura. Cada paso es un recordatorio de que trabajar con la naturaleza, no en su contra, es el camino hacia un futuro más sostenible.
En resumen, Wa Samaki no es solo una finca, es un ejemplo de cómo el Caribe está volviendo a sus raíces para enfrentar los desafíos del cambio climático, demostrando que la arquitectura sostenible no tiene que ser aburrida ni monótona. ¡Todo lo contrario!