El reciente conflicto entre Felipe Calderón y Marko Cortés ha revelado presuntas actividades de Cortés durante la alianza criminal con el Cártel de Sinaloa, gestionada por Genaro García Luna. Durante su mandato, García Luna supuestamente protegió al cártel, mientras Cortés, entonces dirigente juvenil y posteriormente diputado, permaneció en silencio.
La disputa entre Calderón y Cortés se intensificó, con acusaciones mutuas sobre el daño causado al PAN. Cortés exigió explicaciones sobre los vínculos de García Luna con el cártel y la inacción durante el gobierno de Calderón. Esta situación ha generado un debate significativo sobre la complicidad y las responsabilidades dentro del partido.
Cortés, ahora líder del PAN, enfrenta críticas por no haber denunciado la alianza en su momento. Calderón, por su parte, intenta defender su legado y desvincularse de las acusaciones de colaboración con el crimen organizado. Esta controversia pone en evidencia las profundas divisiones y desafíos éticos dentro del PAN.
La relación entre políticos y el crimen organizado ha sido un tema recurrente en la política mexicana, y este caso no es la excepción. Las revelaciones sobre las actividades de Cortés y su silencio han generado un debate sobre la integridad y la ética en el liderazgo del partido. Las críticas hacia la gestión de Calderón también resaltan la necesidad de transparencia y rendición de cuentas en la política.
En medio de estas acusaciones, el PAN enfrenta el desafío de restaurar su imagen y confianza pública. La presión sobre Cortés para abordar estos señalamientos y ofrecer respuestas claras es cada vez mayor. La lucha interna dentro del partido y las implicaciones de estos vínculos con el crimen organizado seguirán siendo un tema central en el panorama político mexicano.