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Este verano, Europa se encuentra en el epicentro de una ola de protestas contra el turismo, con manifestaciones destacadas en Países Bajos, Grecia y España.
A principios de julio, las calles de Barcelona se convirtieron en el escenario de un acto de protesta cuando los manifestantes rociaron a los turistas desprevenidos con pistolas de agua mientras entonaban: “¡Turistas, volved a casa!”. La situación ha sido igualmente tensa en la isla de Mallorca, donde los organizadores de las protestas han denunciado que el turismo masivo “empobrece a los trabajadores y enriquece solo a unos pocos”.
Carlos Ramírez, un joven maestro de 26 años, asistió al festival de música Primavera Sound en Barcelona con una camiseta que proclamaba: “¡Los turistas se van a casa!”. Ramírez ha ahorrado durante años para adquirir su primera vivienda, pero el aumento vertiginoso de los alquileres en la ciudad le ha llevado a temer que pronto no pueda permitírselo.
“Cada vez es más difícil para los locales, especialmente los jóvenes, encontrar un espacio propio”, explica Ramírez. Los alquileres en Barcelona han aumentado un 68% en la última década, una tendencia que se replica en otras ciudades europeas.
En Mallorca y las Islas Canarias, los residentes han organizado protestas masivas para reclamar “límites al turismo”. En abril, los habitantes de las Islas Canarias llevaron su descontento al extremo al convocar una huelga de hambre contra el turismo excesivo.
El descontento es palpable. Ramírez menciona que durante las protestas en Barcelona, podía “sentir el resentimiento” en el ambiente. La manifestación atrajo a unas 2.800 personas, según el Ayuntamiento de Barcelona, y Ramírez siente que “funcionó” al hacer que algunos turistas reconsideraran su visita.
Antje Martins, experta en turismo sostenible, sostiene que el impacto de tales protestas podría influir en los destinos turísticos. “Barcelona tiene ahora una reputación muy mala entre los turistas que temen visitarla”, afirma.
Sin embargo, Eduardo Santander, director general de la European Travel Commission, considera que estos incidentes son “aislados” y no reflejan la realidad completa de España o Europa. Por su parte, Martins ve las protestas como una señal de que el turismo no está siendo gestionado de manera sostenible.
El conflicto subyacente no es solo entre turistas y residentes, sino estructural. Los salarios bajos y los precios de la vivienda insostenibles están en el centro del problema, que se agrava cuando algunos residentes también trabajan en la industria turística.
En Venecia, las autoridades locales han implementado una tarifa de entrada temporal que recaudó más de 2,4 millones de euros. Sin embargo, Susanna Polloni, del grupo Red Solidaria para la Vivienda, critica el impuesto por ser “inútil y dañino”, y argumenta que el turismo masivo está destruyendo servicios locales y aumentando los precios de las viviendas.
El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, ha propuesto aumentar la tasa turística para los pasajeros de cruceros y eliminar alrededor de 10.000 licencias de apartamentos de alquiler a corto plazo.
No es solo la problemática de la vivienda lo que está generando reacciones negativas. El comportamiento irrespetuoso de algunos turistas también ha sido motivo de descontento, con incidentes recientes en Florencia e Italia, donde los turistas han sido criticados por su conducta inapropiada.
Sebastian Zenker, profesor de turismo en la Copenhagen Business School, explica que estas situaciones han llevado a algunas ciudades a lanzar “campañas de desmarketing” para disuadir a ciertos turistas. Aunque estas campañas pueden crear conciencia sobre el comportamiento esperado, también pueden tener efectos no deseados, como inflación y gentrificación.
En resumen, las protestas continuarán hasta que se logre un equilibrio entre los beneficios del turismo y la calidad de vida de los residentes locales. Se trata de invertir el dinero que los turistas generan en el bienestar de las comunidades para que todos puedan beneficiarse.
