Cuando pensamos en una simple ensalada, es difícil imaginar que pueda ser menos saludable de lo que parece. Con tantos años de agricultura industrial, todos sabemos que los alimentos pueden estar contaminados por pesticidas. Además, el impacto ambiental de consumir productos que viajan miles de kilómetros es algo que ya no pasa desapercibido.
Rafael Navarro de Castro, sociólogo y experto en desarrollo rural, tiene claro lo difícil que es cambiar el rumbo, pero está convencido de que al menos deberíamos saber de dónde vienen los productos que compramos y qué químicos contienen. ¡Que cada quien decida si los quiere comer o no!
En su segundo libro, “Planeta invernadero”, usa los invernaderos como metáfora de cómo funciona nuestro mundo moderno. Explica que, aunque la Tierra no tiene una capa de plástico que la cubra, los gases hacen un efecto similar: retienen el calor. A lo largo de 2019, Navarro vivió un proceso de descubrimiento en Poniente, una zona costera de España donde los invernaderos no son solo un paisaje, sino un reflejo de la lucha por el medio ambiente.
A través de su protagonista, Sara, una ingeniera agrónoma, el autor nos muestra las consecuencias de la agroindustria en la salud humana y el medio ambiente, además de las difíciles condiciones laborales de los inmigrantes en el sector agrícola.
Navarro decidió cambiar su vida hace más de 20 años. Abandonó su apartamento en el centro de Madrid para mudarse a Monachil, un pueblo cerca de Sierra Nevada. Sus vecinos pensaban que no duraría ni un año, pero estaban muy equivocados. Desde entonces, ha sido testigo del cambio climático, con árboles milenarios que se mueren por la falta de agua y un deshielo que ha subido las cuotas de nieve en las montañas.
Navarro reflexionó sobre los problemas que su libro aborda, desde el impacto medioambiental de la agricultura industrial hasta la explotación laboral. ¿Por qué seguimos comprando productos contaminados sabiendo lo que contienen?
Navarro cree que la gente prefiere no saber lo que comen. En su opinión, la solución no es difícil: comer productos de temporada y exigir más transparencia sobre los ingredientes de lo que compramos. “¿Por qué no vemos claramente qué pesticidas tiene una naranja o una fresa?”, pregunta, destacando que el glifosato, un pesticida cancerígeno, sigue siendo uno de los más utilizados.
“El futuro es incierto”, dice Navarro. Los suelos están muertos por el uso excesivo de químicos y los acuíferos agotados. “Si seguimos así, el desastre es seguro”, advierte, mientras observa cómo los invernaderos siguen expandiéndose en zonas donde el agua ya escasea.
En su libro, también menciona a activistas como Rachel Carson y Petra Kelly, quienes denunciaron los peligros de la agroindustria, a pesar de las amenazas y persecuciones que enfrentaron. Navarro, como su protagonista, ha sido víctima de ataques y denuncias por sus opiniones. A través de Sara, la autora muestra la contradicción que todos vivimos: sabemos que estamos dañando el medio ambiente, pero seguimos haciendo lo mismo.
Finalmente, Navarro reflexiona sobre cómo vivir en un mundo lleno de contradicciones, donde reciclamos y al mismo tiempo seguimos tomando decisiones que dañan el planeta. “Vivimos con ello, nos cuesta aceptar lo que sabemos”, concluye.
El mensaje es claro: el cambio climático no es una amenaza lejana, es una emergencia presente. Y, como menciona en su novela, las tragedias climáticas pueden ayudar a despertar la conciencia, pero solo si estamos dispuestos a mirar la realidad de frente.