Aunque suene increíble, cada vez más venezolanos están tomando rutas peligrosísimas no para llegar a Estados Unidos, sino para regresarse a su país. La ironía es que esto es justo lo que las autoridades estadounidenses querían… pero sin ponerles el camino fácil.

Un claro ejemplo es Junior Sulbarán, quien junto a su esposa Josliacner Andrade y su pequeña hija Samantha Victoria decidieron volver a Venezuela tras un intento fallido de lograr el “sueño americano”. Salieron desde México rumbo al sur, y llegaron a la costa panameña, donde subieron a una lancha con otras 40 personas, sus cosas metidas en bolsas de basura y los niños aferrados al cuello. El objetivo: volver, aunque eso implicara pasar otra vez por la selva del Darién y enfrentar robos, secuestros y el mar bravo.
Mientras el gobierno de Trump insiste con su mensaje de “no vengan”, más de 10 mil migrantes, casi todos venezolanos, han optado por cruzar en barco desde Panamá hacia Colombia solo en lo que va del año, según datos oficiales. Es una cifra pequeña en comparación con los cientos de miles que intentaron llegar al norte, pero muestra que el mensaje disuasivo sí está calando.

🧃 En una de esas embarcaciones también iba Alejandra Rojas, acompañada de su perro Milú, quien la siguió incluso en su paso por el Darién. Viajaban bajo un sol que no perdonaba. En un momento, el barco sufrió un desperfecto mecánico, y todos tuvieron que esperar a que llegara una lancha de refuerzo. Mientras tanto, niños vomitaban y los adultos se deshidrataban, intentando taparse con lo que tuvieran a la mano.
Algunos migrantes, como Adrián Corona, ni siquiera tienen pasaporte. Perder documentos durante la travesía es muy común, y reponerlos es casi imposible porque Venezuela apenas tiene consulados. Otros, como Yonathan García, simplemente quieren llegar para ver a su madre en su día, aunque eso implique un viaje largo y costoso.
La ruta, aunque menos popular, es extremadamente cara. Solo el pasaje en lancha puede costar 300 dólares por persona, y muchos de los que deciden regresar lo hacen gracias a que familiares venden motos, joyas o lo poco que tienen para ayudarles.
Mientras tanto, el Darién ha sido prácticamente cerrado por Panamá para frenar la migración hacia el norte, lo que ha provocado que los migrantes se vean forzados a usar rutas más peligrosas en el mar. “Nos tocó pagar lancha porque ya no se puede cruzar la selva”, contó Dayerlín Sandoval, quien viajaba con su hijo pequeño.
El regreso tampoco es el final del drama. Cuando por fin llegan a Puerto Obaldía, cerca de la frontera con Colombia, los migrantes se enfrentan a mafias locales que controlan la zona y les cobran hasta por el suelo donde dormir. “Uno es como una mina de oro para ellos”, comentó Corona.

Y lo más duro es que, al volver a Venezuela, muchos no tienen nada esperándolos. Ni trabajo, ni ayuda del gobierno, y muchos familiares en la miseria. Por eso, algunos como Sulbarán planean simplemente recoger a su hijo y luego volver a salir del país.
Mientras tanto, el gobierno estadounidense presume que su política migratoria está funcionando, incluso ofreciendo mil dólares a quienes acepten irse voluntariamente. Pero como advierten expertos como Juan Cruz, exasesor de Trump, ignorar los obstáculos reales que enfrentan los migrantes no es solución. “Están atrapados, no tienen nada a su favor”, dijo.

Lo cierto es que, miles de venezolanos están optando por autodeportarse, pero a un precio altísimo, cargando con niños, mochilas rotas y esperanzas rotas. Porque para muchos, volver tampoco es sinónimo de hogar.