“Me torturaron, me reprimieron, pero no lograrán callarme. Mi voz es lo único que me queda”, afirma Juan, un joven de 20 años que relata las atrocidades que vivió tras ser detenido durante las protestas luego de las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela.
Detenido junto a otras 1.800 personas, según Foro Penal, Juan se convirtió en uno de los tantos que vivieron en carne propia la represión del gobierno de Nicolás Maduro, tras un proceso electoral que la oposición y la comunidad internacional calificaron como fraudulento. Mientras el gobierno afirmaba tener 2.229 “terroristas” bajo custodia, organizaciones como Provea registraron 24 muertos y decenas de desaparecidos en las manifestaciones.
Un infierno en la cárcel de Tocorón.
Luego de ser acusado de terrorismo e incitación al odio, Juan fue llevado a la cárcel de alta seguridad de Tocorón, un lugar conocido por las condiciones inhumanas que ofrece a los reclusos. “Más que una cárcel, era un campo de concentración”, recuerda.
Desde su llegada, fue recibido con golpes, insultos y humillaciones. “Nos desnudaron, nos gritaban ‘terroristas’ y no podíamos levantar la vista.” Encerrado en una celda de 3×3 metros junto a cinco personas más, compartía un espacio insalubre y un baño improvisado. Su día a día estaba marcado por la monotonía y el maltrato: torturas físicas y psicológicas, alimentos en estado de descomposición y “celdas de castigo”, apodadas “los tigritos”, donde las condiciones eran inhumanas.
Tortura psicológica y hambre constante.
Juan relata cómo los reclusos sobrevivían con una comida cada dos días y eran sometidos a técnicas de tortura psicológica, como la privación del sueño. Incluso enfrentó el horror de la celda conocida como “la cama de Adolfo”, un cuarto oscuro sin oxígeno donde fue encerrado hasta casi desmayarse.
“Pasé hambre, frío y miedo, pero nunca perdí la esperanza,” dice. A pesar de las condiciones deplorables, su espíritu de lucha no se quebró. “Pensar en la injusticia que vivíamos me daba fuerzas para seguir.”
Excarcelación y secuelas.
Tras meses de encierro, Juan fue liberado en noviembre, junto a 225 detenidos, después de que Maduro pidiera revisar los casos. Sin embargo, la libertad no borró las secuelas. “Tengo hambre todo el tiempo y pesadillas constantes,” admite.
El joven sueña con una Venezuela diferente, una donde pueda vivir en paz sin temor a represalias. “Ya no le temo al gobierno. Si me encarcelaron por amar a mi país, lo volvería a hacer.”
¿Y ahora qué?
Las condiciones en las cárceles venezolanas y las denuncias de violaciones a derechos humanos han atraído la atención de la ONU y la Corte Penal Internacional, que investigan posibles crímenes de lesa humanidad. Mientras tanto, Juan y otros como él esperan que el 10 de enero de 2025, fecha en la que debería ocurrir el cambio de gobierno, sea el inicio de un nuevo capítulo para Venezuela.
“El miedo lo dejé en Tocorón,” concluye Juan, convencido de que la lucha por su país aún no ha terminado.