Lo que parecía una simple selfie tras un evento terminó convirtiéndose en una pesadilla de acoso online que se extendió por cuatro años. El orador motivacional Brad Burton jamás imaginó que posar para una foto con Sam Wall —después de uno de sus talleres en Reino Unido— lo marcaría de esa forma.

“Fue algo de lo más normal, como con cualquier persona del público”, cuenta Brad. Ella incluso dejó un testimonio en video muy entusiasta. Pero dos años más tarde, todo se salió de control.
Wall, de 55 años, consultora en redes sociales, comenzó a atacar brutalmente a Burton en internet, publicando cientos de mensajes donde lo llamaba “manipulador, psicópata y abusador”. Y no quedó ahí: lo acusó de romper ventanas, matar a su gato e incluso amenazarla de muerte 😓. Todo eso sin una sola prueba.
“Publicaba en todas las plataformas. Era como si intentara construir una historia de que yo era un monstruo”, dice Brad. “¿Cómo demuestras que no hiciste algo que nunca pasó? En redes sociales, eres culpable hasta que se demuestre lo contrario”.

Y aunque él trató de defenderse, ella no paraba. Subía publicaciones de hasta 20 mil palabras, lo atacaba en LinkedIn —donde tenía más de 30 mil seguidores— e incluso decía que él la acosaba a ella desde hace 10 años. Cuando Brad subió fotos suyas para probar que no estaba en prisión (como ella aseguraba), Sam dijo que era su “gemelo psicópata” quien aparecía en eventos para cubrirlo.
Un amigo de Brad, Alan Price, desmintió esa historia: “Estaba con él comiendo curry cuando supuestamente estaba en la cárcel”.
Burton, desesperado, acudió a un abogado que le recomendó enviar una carta de cese y desistimiento. ¿La respuesta de Wall? Publicarla en línea y burlarse: “Demándame si quieres, no tengo dinero”.
Pero él no fue su única víctima. Naomi Timperley, una empresaria que apenas conocía a Wall por redes, también fue blanco del acoso. Recibió mensajes donde se le acusaba de vandalismo, de arruinarle la vida a Wall y de ser parte de un grupo que la acosaba.
“Fue terrible. Me atacó en Instagram, Facebook, LinkedIn, Twitter… cosas muy fuertes”, cuenta Naomi.
Otra afectada fue Justine Wright, quien alguna vez empleó brevemente a Wall. Cuando la relación laboral terminó, empezaron los ataques. Wall no solo la acusó de delitos, sino que atacó directamente a sus clientes, que son grandes empresas, inventando historias absurdas.
Lo más insólito es que algunas víctimas ni siquiera conocían a Wall. Aun así, recibieron correos larguísimos (de hasta 10 mil palabras), mensajes de texto y visitas inesperadas, donde ella incluso se hacía pasar por la esposa de uno de ellos para acusarlo de violencia doméstica.
A pesar de todo esto, las redes sociales nunca eliminaron las publicaciones. Ni Facebook, ni Instagram, ni X, ni LinkedIn tomaron acciones contundentes. “Ellos deciden qué borrar y qué no. Te dicen que cumplen con la ley, pero no hacen nada”, comentó el abogado Paul Tweed.

La cosa llegó a juicio: en noviembre pasado, Wall se declaró culpable de acoso y de enviar mensajes falsos ante el Tribunal de Magistrados de Manchester. Aunque la sentencia se ha aplazado dos veces, el juez ya advirtió que podría enfrentar prisión.
Su equipo legal asegura que padece una enfermedad mental delirante crónica, y que eso explica su comportamiento.
Pero para las víctimas, el daño ya está hecho. La organización Cyber Helpline estima que unas 600 mil personas al año en Reino Unido sufren acoso virtual, pero menos del 2% de los casos llega a sentencia. La respuesta de la Policía del Gran Manchester (GMP) dejó mucho que desear, según Brad y Naomi.
Rory Innes, de Cyber Helpline, fue claro: “Muy pocos de estos casos terminan con una investigación seria, y cuando pasa, el proceso puede tardar años por la complejidad tecnológica”.
Aunque todo esto cambió su vida, Brad Burton decidió perdonarla: “Solo espero que reciba la ayuda que necesita y que pueda encontrar algo de paz”.