Una #Biblia en el #RanchoIzaguirre: la pista que podría revelar el destino de Merari.
Lo que para cualquiera puede parecer solo una mochila, unos tenis viejos o una biblia con tapa gris, para Rubí, significó un balde de hielo en el corazón. Porque entre los cientos de objetos hallados en el rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco —un lugar que colectivos de búsqueda ya catalogan como un campo de exterminio—, ella cree haber visto las pertenencias de su familiar Merari Noemí García Mejía, desaparecida desde mayo de 2024.
El pasado 5 de marzo, Rubí se topó con una transmisión en vivo del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco desde ese rancho. En medio del lodo, las prendas, las mochilas abandonadas y los restos humanos, algo le hizo un nudo en el estómago: vio los tenis, la mochila y la maleta que Merari había compartido en su Facebook antes de desaparecer. Al principio lo negó. Se dijo: “No puede ser. Cualquiera tiene zapatos así”. Pero lo que vino después la dejó helada.
Cerca de un altar con la imagen de San Judas, apareció una biblia gris, elegante y muy particular. Era idéntica a la que la mamá de Merari le había regalado, propia del grupo religioso al que pertenece su familia.
“Ahí fue cuando sentí que todo coincidía. Como si ella me gritara desde ese lugar que sí había estado ahí”, contó Rubí, con la voz entrecortada.
¿Qué pasó con Merari?
Merari tenía 19 años, vivía en Zapopan y era madre de un bebé. Rubí recuerda que en abril de 2024, Merari le compartió capturas de pantalla de una supuesta oferta de trabajo que le llegó por Facebook: le prometían 6 mil pesos semanales (unos $290 USD), hospedaje, comidas y hasta clases de defensa personal.
“Eso no me cuadró. Le dije que parecía falso”, cuenta Rubí. Pero Merari necesitaba el dinero. Tras separarse de su pareja por violencia, se hacía cargo sola de su hijo.
Todo parecía seguir en orden hasta que un día dejó de pasar por su niño. Ahí fue cuando el corazón de Rubí le gritó: algo está mal. Presentaron la denuncia el 22 de mayo de 2024. Pero desde entonces, solo han escuchado las palabras más dolorosas: “espere”, “paciencia”, “aún no hay novedades”.
¿Y la Fiscalía? Pues… bien, gracias.
Después de la denuncia, la Policía Cibernética detectó que el último rastro del celular de Merari fue en la nueva central camionera de Guadalajara. Pero nunca hubo avances claros. Todo cambió hasta que Rubí reconoció los objetos en la transmisión del colectivo.
Acudieron de nuevo a la Fiscalía, donde les dijeron que no podían hacer pruebas de ADN a los restos encontrados porque “fueron calcinados con temperaturas muy altas”.
También les prometieron un álbum con los casi 2.000 objetos hallados en el rancho. Rubí lo revisó completo. Nada.
El rancho Izaguirre: el infierno en la tierra.
La líder del colectivo Guerreros Buscadores, Indira Navarro, aseguró que muchas personas desaparecidas fueron llevadas al rancho con engaños de trabajo, igual que Merari. Ahí, les quitaban el celular, quemaban sus pertenencias y las retenían.
Las autoridades federales ya investigan y hasta cerraron 67 cuentas en redes sociales usadas para reclutar personas para el Cártel Jalisco Nueva Generación. También informaron que la FGR tomó control del predio, señalando errores gravísimos en la investigación inicial: no se preservaron huellas, no se identificaron prendas ni vehículos, y se ignoraron pistas clave.
“Si tuvieran un familiar desaparecido, harían hasta lo imposible. Pero como no lo viven, no les importa”, lamenta Rubí.
El peso de la espera… y del silencio.
Rubí y su familia viven con miedo. Cuidan a la hermana menor de Merari, le dijeron que “salió a buscar trabajo y está incomunicada”. También temen por su seguridad: Rubí ha recibido mensajes amenazantes e incluso personas que dicen haber estado con Merari en el rancho. “Es una tortura psicológica”, dice.
Pese a todo, siguen esperando. A Merari no la dan por muerta. La siguen buscando porque la necesitan. Su hijo también.
“Ella es luz. Siempre sonriendo, siempre sacándonos una carcajada. Su ausencia nos dejó un vacío enorme”, dice Rubí.
“No buscamos culpables, buscamos respuestas”.
El gobierno, ahora encabezado por Claudia Sheinbaum, anunció nuevas medidas: una base nacional forense, una plataforma de identificación y búsqueda inmediata sin esperar 72 horas. Suena bien, pero Rubí es clara:
“Si no fuera por los colectivos, por las madres buscadoras, no tendríamos nada. Ellas hacen el trabajo que no les toca. Pero lo hacen con amor, con rabia, con el corazón”.
Porque en México, donde hay más de 125 mil personas desaparecidas, cada biblia, cada par de zapatos o mochila puede ser una voz que clama por justicia desde el silencio.