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En Jalisco, la resistencia de los calandrieros persiste mientras se acerca el fin del plazo establecido para el cambio. A pesar de las presiones para adoptar las modernas calandrias motorizadas, Silverio Gutiérrez y Ricardo Rodríguez, veteranos en el oficio, se mantienen firmes en su decisión de no abandonar el uso de los caballos, argumentando que esto forma parte de la esencia y el atractivo de su actividad.
Ambos, cuyas vidas han estado ligadas a las calandrias desde la infancia, insisten en que las tradicionales jaladas por caballos ofrecen una experiencia más auténtica y atractiva para los visitantes. Aunque reconocen la presión para adoptar los vehículos motorizados, afirman que muchos turistas aún prefieren las antiguas calandrias impulsadas por la fuerza equina.
El cuidado de los caballos es una prioridad para estos calandrieros, quienes dedican sus mañanas a alimentar, bañar y atender a sus animales antes de iniciar su jornada de trabajo. A pesar de los desafíos, como el costo diario de mantener a los caballos y las revisiones veterinarias periódicas, están decididos a preservar la tradición y continuar trabajando con estos nobles animales.
La resistencia de este pequeño grupo de calandrieros se ve reflejada en su preocupación por los posibles cambios en los permisos y regulaciones gubernamentales que podrían afectar su estatus como propietarios independientes. Además, expresan su temor de que la transición a las calandrias motorizadas resulte en una disminución en la afluencia turística, ya que consideran que muchos visitantes prefieren la experiencia única que ofrecen los paseos a caballo por el centro de Guadalajara.
Mientras tanto, las autoridades municipales de Guadalajara avanzan con su plan de sustituir las calandrias de caballo por las eléctricas, con el objetivo de completar la transición para finales de julio, según informó Lorena Velázquez Guerrero, encargada de despacho de la Superintendencia de Guadalajara. A medida que se acerca el plazo, la incertidumbre y la resistencia de los calandrieros se hacen más evidentes, destacando el conflicto entre la modernidad y la preservación de las tradiciones arraigadas en la cultura local.
