Cuando hablamos de “ser un buen padre”, solemos pensar en un modelo muy humano, muy siglo XXI… pero la verdad es que esta idea cambia radicalmente según la especie, el entorno y hasta la época. Lo que hoy vemos como paternidad ejemplar no se parecería en nada a lo que se pensaba en la antigua Persia o en una colonia de tiburones. 😮

Desde el punto de vista evolutivo, un buen padre sería aquel que ayuda a que sus crías sobrevivan al menos hasta que puedan reproducirse. Así, cualquier comportamiento que aumente las probabilidades de que sus hijos también tengan hijos se considera positivo biológicamente y favorecido por la selección natural.
Pero la cosa no es tan simple. Aunque suene lógico que cuidar a la prole sea lo ideal… en la naturaleza no es para nada común.
Padres que brillan por su ausencia.
Para empezar, en muchas especies, sobre todo aquellas con etapas larvarias, los hijos ni se parecen a sus papás, ni viven en el mismo lugar ni hacen lo mismo. Ejemplo clarísimo: los mosquitos. Mientras las crías están en el agua en forma de larvas, los adultos andan volando por el aire. ¡Ni se topan!

Y no solo es que no convivan, es que ni los reconocen. La mayoría de los animales simplemente ponen los huevos y se olvidan del asunto.
¿Por qué algunos padres sí cuidan y otros no?
Pues todo depende de varios factores:
- Seguir con vida: si el esfuerzo por reproducirse mata al padre o a la madre, pues obvio no pueden quedarse a cuidar. Como los salmones, que mueren tras desovar.
- Número de hijos: cuando se tienen miles de crías, como ocurre con muchos peces o invertebrados marinos, es imposible cuidar a cada uno. En estos casos, la estrategia es cantidad, no calidad.
- Tener un lugar seguro: si no hay un sitio donde las crías puedan estar protegidas, como un nido o una madriguera, es muy difícil cuidar de ellas. Este tipo de protección lo vemos en mamíferos, aves y algunos insectos sociales como abejas y hormigas.
- Condiciones del entorno: en ambientes extremos, algunos padres deben hacer verdaderos malabares para que sus crías sobrevivan. Por ejemplo, ciertas arañas llevan a sus hijitos en una “cámara especial” para mantenerlos húmedos en climas secos.
- Nivel de indefensión de las crías: mientras más vulnerables nacen, más cuidados necesitan. Y aquí es donde entramos nosotros los humanos, junto con los demás mamíferos y la mayoría de las aves.
¿Quiénes se llevan la estrellita en cuidados parentales?
En el mundo animal hay de todo, pero unos ejemplos destacan:
- Caballitos de mar: el “papá” es quien se encarga de gestar los huevos en su pancita.
- Cíclidos: machos y hembras se turnan para alimentar a las crías con una especie de “leche cutánea”.
- Aves: son los reyes del cuidado compartido. En el 95% de las especies, mamá y papá se turnan para empollar y criar. Esto es crucial porque los huevos necesitan calor constante.
- Mamíferos: aquí casi todo el peso recae en las hembras. Las crías crecen en el útero y luego necesitan leche, lo que genera un vínculo estrechísimo entre madre e hijo.
Ser papá en humanos: más que biología, es cultura.
En nuestra especie, las mamás cargan con casi todo el trabajo biológico de la crianza: embarazo, parto, lactancia… Pero eso no significa que los papás no puedan tener un rol importante.

De hecho, la cultura nos da la oportunidad de equilibrar la balanza. Aunque el cuerpo del hombre no esté diseñado para amamantar o gestar, puede aportar muchísimo con amor, tiempo, juego, protección y enseñanza.
Y lo mejor es que cada vez hay más hombres que lo entienden y asumen con orgullo ese papel activo y emocionalmente presente.
🧠 Así que la próxima vez que pienses en “ser un buen padre”, recuerda: no se trata solo de instintos o de especies, también se trata de compromiso, cuidado y conexión, más allá de lo biológico.